Era domingo. No uno cualquiera. Era uno de esos domingos que sigue a un sábado de esos en los que no esperas nada. Y esos son los peores.
Un sábado cotidiano en el que quedas para ver un partido de rugby. País de Gales contra Irlanda. Buen partido, sí señor. Un sábado de esos en los que después quedas con los colegas a echar un par de birras. Un plan que al principio iba a ser una cena pero que, poco a poco y después de aplazamientos varios y, finalmente cancelaciones, acaba surgiendo casi como algo forzado, como esa merluza al horno de la carta que pides con desgana porque resulta que se ha acabado el estofado de rabo de toro que tanto te apetecía y, bueno, tampoco te vas a quedar sin comer, ¿no? Total, una tarde en la que íbamos a estar tres colgados y acabamos juntando dos mesas y bebiendo en casa ajena hasta las 4 de la mañana. Lo dicho: un sábado cotidiano. Joder, ¡qué peligro tienen los putos sábados cotidianos!
Pero volvamos al tema y, al título del post, que solo os estaba poniendo en situación. Era domingo y estaba preparándome un caldo para la resaca.
Existe una extraña convención no escrita en este pueblo que dice que cada vez que me lanzo a experimentar en la cocina(1) la peña se las ingenia para invitarse a mi casa. Había quedado yo con Alberto para echar un Gran Turismo. Hasta aquí correcto, si no tienes en cuenta que el colega llegó dos horas y media tarde. No llevaba el amigo ni dos minutos en casa cuando un whatsapp me anunciaba que tendríamos compañía. Y cuando ya estaba asumiendo que sería un domingo de trío, me llama una amiga y me dice que si «podemos ir a tu casa»(2), que más que una petición era un aviso. Así que, lo que había yo planeado como un domingo tranquilo, de sopa y recarga espiritual, acabó convirtiéndose en… bueno, creo que en un domingo tranquilo y de recarga espiritual(3). Vamos, como el sábado que os acabo de contar, pero esta vez sí, en plan de tranquis.
Así que ya sabéis, si os pasáis por Rennes, pegadme un toque o mandadme un whatsapp que quizás esté cocinando algo y nos echamos unas birras y unas partidas. Mi casa es vuestra casa. Avec plaisir 🙂
(1)Sí gente. Para mí hacer una sopa todavía es «experimentar en la cocina». A partir de la quinta vez ya cojo confianza. Pero de momento es así. ¿Qué le vamos a hacer?
(2)Las desgracias nunca vienen solas. Vienen en grupos de dos.
(3)Pero sin sexo. Que con Alberto me llevo un rollo raro, pero con los otros no. No porque no quiera, es que no me dejan.
Comentarios recientes